Casi 5 años después, llega esta carta saludando a toda la comunidad, despidiéndome de Dale tu Mano. El tiempo vuela, los kilómetros son miles y miles, y lo compartido se atesora para siempre en el corazón.
Dale tu Mano fue para mí una gran oportunidad y un camino hermoso: un crecimiento, un desarrollo y un profundo aprendizaje. Pero, por sobre todas las cosas, Dale tu Mano fue, es y será comunidad: somos cientos, todos ocupamos un lugar distinto, un rol diferente, pero tenemos las mismas ganas de hacer bien, y el bien. Comisión, equipos, docentes y voluntarios, amigos e instituciones, todos unidos y apostando por nuestros becados, queridos niños y adolescentes, jóvenes de bien y para los demás, en su formación, en su crecimiento, en su desarrollo, en la concreción de sus sueños.
No siempre fue fácil, no siempre supe cómo, pero nunca estuve solo: hubo y hay compañeros de trabajo que ya son amigos, mucha gente a la que admiro tanto, personas tan, pero tan generosas que solo me entusiasmaban con su entrega diaria cuando me costaba seguir caminando. El motivo, el fin, el horizonte, siempre fueron los chicos: mujeres y varones, en todos los niveles educativos (¡crecimos con ellos!), en todas las sedes, algunos nuevos, los de siempre, los que llegaron y siguieron caminando, a todos ellos, nuestro gran amor y trabajo.
La educación es un derecho, la educación es oportunidad, la educación transforma realidades, y no de modo abstracto: la educación abre posibilidades, forja capacidades, renueva corazones e invita a seguir adelante, a personas concretas que se animan a más. Eso es a lo que me invitaron hace 5 años cuando me convocaron para trabajar aquí, y aquí estamos, recogiendo algunos frutos y confiando en nuevas siembras que darán otros tantos más.
A quienes hacen posible nuestro trabajo como padrinos y amigos, ¡gracias por confiar en lo que hacemos, por elegir la educación, y por permitir que se abran puertas y ventanas -tal vez- muy lejos de donde están y viven, pero siempre confiando!
A quienes trabajamos juntos, codo a codo durante estos 5 años, ¡gracias por la fuerza, la nobleza y la compañía! Gracias por darlo todo, en la cancha y en el barro, por la generosidad y la esperanza. Fue un privilegio conocerlos, compartir juntos, acompañarlos y sostenernos. Están en todas partes y yo los llevo conmigo. A quienes son el motivo de todo esto, nuestros becados: ¡el GRACIAS más grande, por animarse, por comprometerse, por confiar en nosotros, por no guardarse nada, por buscar nuevos rumbos, por jugársela en el esfuerzo, en la paciencia, a veces en la frustración y muchas veces en la conquista de lo que imaginábamos imposible y ustedes empezaban a lograr! Qué privilegio ser testigos y poder aportar un granito de arena a su deseo de crecer, lograrlo y compartir.
¡Los quiero mucho, gracias por estos años! Me quedo corto con las palabras porque son muchas las vivencias, los aprendizajes y todo lo que compartimos juntos. Lo que hice y lo que pude, lo hice con mucho corazón y amor por la tarea que me confiaron.
Les deseo mucho bien, hay todavía mucho por seguir dando en Dale tu Mano. Esta es una gran comunidad que sigo uniéndose y profundizando lazos en actos de justicia, benevolencia, solidaridad y mucha fuerza.
No digo “adiós” sino un “¡hasta pronto!” y hasta que nos volvamos a encontrar, como dice la oración, que Dios los guarde en la palma de su mano.
Sebastián Repetto Lynch.
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